En el año 1997, conocí a un hombre 8 años mayor que yo, y CREÍ enamorarme de él. Honestamente debí amarlo mucho en su momento. Le gustaba salir, le gustaba hacer cosas nuevas constantemente y "para él" era divertido hablar con otras mujeres mientras yo veía su forma de coquetearles. Para mí no era divertido para nada.
A él le molestaban mis amigos, por lo tanto yo dejé de frecuentarlos. A él le molestaba que me llamaran mis amigos, por lo tanto yo dejé de recibir sus llamadas. A él le molestaba mi contacto con el sexo opuesto, por lo tanto yo dejé de contactarme con personas del sexo opuesto.
Entenderás que yo era "absolutamente carente de amor propio" en ese entonces: por ello cedí, renuncié, me adapté... me perdí y cuando reaccioné: era aún más insegura que lo usual, era dependiente, era celosa y me había vuelto insana incluso para mí.
Decidí "abortar" la relación y continuar con mi vida aún teniéndola cuesta arriba.
El se fue.
Yo crecí y logré avanzar emocional, espiritual y humanamente hablando.
REFLEXIÓN: Los celos -además- de ser la clásica inseguridad que el inconsciente colectivo menciona, son una herida profunda de autoestima que gatilla en el deseo de aceptación "por un alguien complaciente y demandante" para subsistir.
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